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martes, 26 de abril de 2016

"El universo es un equilibrio de llenos y vacíos"

Duelo: Cómo sobrellevar la ausencia

Lo dijo el poeta venezolano Rafael Cadenas: "La pérdida nos pertenece". Lo suscribió también el escritor italiano Italo Calvino: "El universo es un equilibrio de llenos y de vacíos". Y es el que el dolor de la ausencia es una certeza en la vida. Se trata, de algún modo, del duelo.
Vivir conlleva inevitablemente a tener pérdidas, sean materiales, o vinculadas con cambios, separaciones o muerte. Cada pérdida es diferente pero la elaboración del duelo es más o menos similar en cada una de ellas.
Para el psicoterapeuta y autor Jorge Bucay, elaborar el duelo significa ponerse en contacto con el vacío que ha dejado la pérdida de lo que no está, valorar su importancia y manejar el sufrimiento y la frustración que comporta su ausencia. Julio Pérez Infante, PhD y directivo de la ONG Apoyo y Presencia, que trabaja justamente dando apoyo a personas en duelo, expone que el duelo sano, lejos de ser sólo un camino para tristeza y desolación, es un proceso de cicatrización de heridas. "Es el tiempo de la vida que nos permite cerrar con el pasado, pasar la página sin olvidarse de lo que leímos. Para poder, como dice la canción de Celia Cruz, 'recordar sin dolor'. El duelo bien elaborado es como la lluvia que cae para reverdecer un terreno que se quemó: nos despide de las culpas, los rencores, los asuntos pendientes y nos devuelve a la vida con todas sus oportunidades y posibilidades".
Según Pérez Infante se trata de un proceso que atraviesa tres momentos o fases:
Choque, aturdimiento y anestesia emocional: la primera reacción ante la noticia de la muerte de un ser querido suele ser la de incredulidad. "Se entra en una especie de bloqueo, de 'esto no es conmigo'. La persona no siente, está como congelada por dentro; simplemente actúa como un robot, en forma automática", escribe Isa Fonnegra. Pérez Infante aclara que muchas veces este estado de aparente control es confundido con un respuesta de valentía y entereza. Esta fase puede durar desde unos días a varias semanas.
Enfrentando la ausencia: Luego del entierro, se impone la realidad de la ausencia, y de la necesidad de la persona, con momentos de dolor profundo. Pueden venir momentos de pánico o de intensa ansiedad e irritabilidad. Otros síntomas pueden ser inquietud, malestar, insomnio y culpabilidad. Cuando se ha aceptado lo ineludible de la muerte y se ha podido reaccionar ante el hecho (esto es, expresar las emociones) se inicia lo que se conoce como el proceso de elaboración del duelo, que la persona puede vivenciar como interminable. El dolor del duelo -sentencia Pérez Infante- no puede esquivarse. Cuando la sensación se reprime u oculta tras la fachada de fortaleza, de compromisos de trabajo agotadores o de exceso de actividad, los sentimientos estancados hacen estragos y pueden manifestarse a través de síntomas físicos o enfermedades.
Esta fase suele extenderse durante todo el primer año.
Volver a la vida: cambio, reorganización y restablecimiento. Todo duelo bien elaborado debe llegar a un fin. No significa, necesariamente, olvidar a quien murió sino intentar el restablecimiento, emprender la reconstrucción del mundo personal, llenarlo con otros significados y con un para qué diferente al que se tenía antes de la muerte de la persona querida. Si se asume la pérdida, la persona se recupera, se adapta a su nueva situación y normaliza su vida en sus facetas personales y profesionales. Este fase puede extenderse hasta el segundo año. Ahora bien, debe advertirse que las sensaciones y sentimientos propios de la fase aguda tienden a repetirse cuando se cumple el primer aniversario de la muerte o en Navidad, cumpleaños y otras fechas conmemorativas. Este síndrome de aniversario es temporal y no implica un retroceso en la elaboración del duelo. En pocas palabras, el proceso de duelo transcurre y evoluciona a lo largo de estas tres etapas identificadas por las frases "No lo acepto", "Sí, pero no lo soporto" y "Sí, lo asumo". El tiempo de duelo, aclara Pérez Infante, varía en cada persona y circunstancia, pero se considera normal que oscile entre seis meses y dos años.

 Recomendaciones

Permitirse estar de duelo: darse el permiso de sentirse mal y vulnerable, de sentir el dolor. Es por ello que hay que expresar las emociones que surjan, no reprimirlas. No hacerse el fuerte, consentirse el llanto. "Ningún camino se termina si antes no se comienza a recorrerlo, y esto requiere de tiempo".
Ser amable consigo mismo y agradecer las cosas buenas del día a día; esto es, los vínculos que permanecen -familiares, amigos, pareja, terapeutas- y apoyan.
Aplazar los acuerdos importantes: Decisiones como vender la casa, dejar el trabajo o mudarte a otro lugar son trascendentes y deben asumirse en momentos de suma claridad.
No descuidar la salud: No dejar de prestar atención al cuerpo: alimentarse bien, no abusar del alcohol ni de los medicamentos. "Los psicofármacos para 'no sentir', lejos de ayudar, pueden contribuir a hacer crónico el duelo", escribe Jorge Bucay.
Pedir ayuda: No interrumpir la conexión con los demás y pedir lo que se necesita. Hay que aceptar lo irreversible de la pérdida: hablar de la pérdida, contar las circunstancias de la muerte, visitar el cementerio, todo puede ayudar a ir aceptando el hecho de la pérdida.
Se podría decir que un duelo se ha completado cuando se es capaz de recordar lo perdido sintiendo poco o ningún dolor, cuando se ha aprendido a vivir sin "eso" que no está.

                                              Puedes superarlo utilizando "las 6 R"
  • Reconocer la pérdida: admitir y entender la muerte. 
  • Reaccionar ante la separación: permitirse sentir; esto es, identificar, aceptar y expresar sentimientos y emociones. 
  • Recordar y reexperimentar la relación: admitir y revivir recuerdos y momentos compartidos, ya sean buenos o malos, en forma realista. 
  • Replantear los papeles: estar dispuesto a replantear la identidad previa, el estilo, las prioridades de la anterior forma de vida. 
  • Reacomodarse: adaptarse al mundo nuevo, diferente e incompleto sustituyendo la relación presencial por una de recuerdos. 
  • Reinvertir la energía psicológica: orientar el amor, el interés y la dedicación que ligaba al doliente con quien murió hacia la búsqueda de nuevos proyectos, afectos y motivos para vivir.
                                            ¿Cuándo se complica un duelo?

Al margen de su proceso normal, el duelo puede derivar hacia una situación que se considera patológica y que se desencadena cuando la persona es incapaz de adaptarse a la pérdida sufrida, explica Pérez Infante.
Hay asuntos que pueden complicar un duelo. El riesgo es mayor si se trata de una muerte repentina, si es consecuencia de una enfermedad exageradamente larga, si se trata de la muerte de un hijo o si se trata de una pérdida que el doliente percibe que se pudo prevenir o evitar. También puede ser obstáculo si se tenía una relación dependiente con la persona que murió, si se ha pasado por pérdidas previas y no se han resuelto bien, y si no se cuenta con apoyo social.
Un duelo puede dificultarse, señala el especialista, cuando alguna de las fases naturales a este proceso faltan, se encuentran inhibidas o se han vuelto crónicas. En tales casos hay que buscar la ayuda de un profesional que pueda detectar, ubicar y corregir los factores que incidieron en la complicación. Algunos indicadores pueden advertir que hay complicaciones en el duelo:
  1. Excesiva sensibilidad ante las experiencias que impliquen pérdida o separación.
  2. Temores ante la muerte demasiado exarcebados.
  3. Idealización excesiva de quien murió.
  4.  Pensamientos obsesivos persistentes alrededor de la pérdida. 
  5. Dificultad para experimentar las reacciones emocionales de dolor naturales ante la pérdida, debido a una excesiva constricción de la parte afectiva.
  6. Sensación crónica de aturdimiento, confusión y despersonalización que aleja al doliente de su entorno.
  7. Rabia e irritabilidad crónicas o unidas con depresión. 
  8. Dificultad para hacer un relato coherente de la experiencia
                     Duelo ajeno: cómo ayudar

Pepe Rodríguez, en Morir es nada, explica que puede ayudarse a una persona a superar positivamente su duelo estando disponible cuando ella lo precise, y adoptando actitudes que le permitan aceptar la realidad de la pérdida, apoyándola para que pueda exteriorizar sus sentimientos y emociones. "Quizá compartiendo experiencias que se vivieron con la persona fallecida, repasando fotografías y recuerdos, hablando de su muerte, de lo que implica y significa, estimulándole y animándole a despedirse abiertamente del fallecido". Es importante que la ayuda sea sostenida durante el proceso de duelo; no es bueno dar mucho apoyo durante las dos primeras semanas y desaparecer de la escena después. "La persona que acompañe a otra en una situación de duelo, debe, al menos, actuar según las siguientes orientaciones: familiarizarse con el proceso de duelo, evitar las frases hechas, admitir, atender y provocar los desahogos del doliente, fortalecer los gestos que denoten presencia, animar y dar esperanzas al doliente respecto a su propia capacidad para seguir adelante y superar la pérdida"

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